LA VOZ
Toc, toc, toca y toca, -quiero salir-, grita -nadie me
escucha, por más que trato no puedo salir- piensa el pequeño ser humano que hace meses
escucha sonidos desde adentro y lo único que desea es saber de quién es esa dulce voz que retumba como un
eco.
Ya no cabe en ese espacio, ha crecido tanto que, por
más que se estira debe encogerse. Recuerda cuando hace unas semanas atrás podía
jugar a sus anchas. Hoy le cuesta incluso dormir.
Parece que la suave voz está nerviosa, lo siente, no
sabe cómo, pero puede percibir lo que ella piensa. Es extraño, es como si la
conociera de siempre, incluso necesita escucharla diariamente, pero la verdad,
no la conoce. Ha estado sólo desde que tiene recuerdos, no sabe quién es,
parece que se llama Gaspar, por lo menos es el nombre con que lo llama “la
voz”.
Hoy se siente
raro, como que está más apretado, como
que el espacio en el que está quiere expulsarlo. El piensa que por un lado se
siente muy seguro ahí, pero por otro, necesita urgentemente estar cerca de la dulce y suave mano que
percibe acaricia las paredes de su encierro.
Ya está…..es
la hora, pensó. Cerró sus pequeños ojos y se dejó llevar por el impulso que,
como si fuera un pez en el rio, lo llevó fuera de aquel lugar donde ocurrió el
milagro.
Hace frio!
Gritó al sentir que su piel tocaba el exterior.
Asustado y sin querer abrir sus hinchados ojos lloró fuerte, sin
importar nada, pensando sólo en escuchar la voz que tanto anhelaba conocer.
Cuando
pensaba que todo era un fraude y que estaba sólo en ese extraño y frio lugar,
de pronto, sintió el característico sonido que tanto esperaba , al mismo tiempo
una suave piel, y un conocido aroma lo cobijaban dulcemente, entregándole la
paz y seguridad. Fue en ese momento que supo que había nacido con la misión de
recibir y entregar amor a ese ser que, en el fondo de su pequeñito corazón, sabia lo
acompañaría para siempre.
Cuándo saldrás?, se preguntaba la mujer mientras
acariciaba su vientre de nueve meses de embarazo, que con tanto cariño había
visto crecer poco a poco.
Quiero conocerte, decía en voz alta, con la esperanza
de que la escuchara y reconociera al salir del apretado encierro en que se
encontraba.
Ella había tratado de darle lo mejor durante la dulce
espera, comió sano, le conversó diariamente, trató de estar tranquila y feliz,
para que creciera sano y contento en su interior.
Quiero verlo, pensaba, ¿cómo será?, se preguntaba
todos los días y sacaba conclusiones examinando sus rasgos y los de su marido
con minuciosidad.
Ansiosa, los últimos días ya no podía estar tranquila.
Respiraba profundo, caminaba mucho e intentaba estar ocupada todo el día para
bajar la intensidad de sus ganas de tenerlo por fin en los brazos.
De pronto, en la noche, lo sintió y de inmediato supo
que era la hora. Miró a su esposo y con una enorme sonrisa le dijo que la
espera llegaba a su fin. El resto fue un torbellino. Carreras, bolsos, camilla,
respiraciones, enfermeras, doctores y en un segundo…..puff, salió.
El agotamiento del parto no fue obstáculo para desear
abrazarlo de inmediato, luego de los exámenes de rutina y sintiendo los llantos
del pequeño hombrecito que le cambiaría la vida para siempre, por fin, después
de tanto tiempo, lo tuvo en sus brazos.
Sintió como el corazón de ambos se apaciguaba y supo, en el fondo de gran
corazón, que de ahora en adelante, su principal misión en la vida, era ser la
mamá de esa pequeña criatura.
María Angélica Pinochet
Derechos reservados